miércoles, 30 de marzo de 2011

MACHU PICCHU PARA MOCHILEROS

Para cualquier mochilero Machu Picchu es paso obligatorio por Perú.

Pues bien, para mí nunca lo fue porque siempre me hablaron de los precios elevados, así que, al contrario de muchos, fue el primer destino en salir de mi ruta austera, sin embargo, como en los viajes todo es incierto, Machu Picchu se convirtió en insignia de un combo heterogéneo (unido por la suerte del destino) de un canadiense, dos argentinas y 11 colombianos mochileros e inquietos, que por su puesto, le apostamos a la ruta alterna, lo que quiere decir barata, sufrida e intensa.

Así nos embarcamos desde Cusco a las 8 p.m. rumbo a Santa María a donde llegamos a las 4 a.m. y luego de dos horas continuamos en un colectivo hasta Santa Teresa, un cacerío repleto de letreros en inglés (como todo lo que encontraríamos en el resto del camino) muy colorido e interesante, sobretodo por los precios que son exageradamente elevados.

A 45 minutos de caminata y con un desconocimiento afortunado de mi parte, me vi sorprendida por una piscina termal donde todas las chicas nos vimos obligadas a improvisar un traje de baño nada sexy pero sí muy funcional que nos permitiría disfrutar a nuestra anchas de esa agua maravillosa rodeada de montañas gigantes y un merecido descanso, que por cierto nos dejó tan relajados que nadie quería luego caminar a pleno sol de las tres de la tarde.

Con el pelo mojado, la piel calientita y realmente perezosos, nos echamos la mochila al hombro y continuamos el trayecto con el alma llena de energía suramericana, pues ya desde allí Machu Picchu nos coqueteaba desde lo alto, entonces, efóricos nos abrazábamos, tomábamos fotos y nos decíamos ya casi, ahí vamos...

Con la compañía de un rio furioso y ruidoso caminamos por la vía del tren durante casi cuatro horas, alentados también por esas montañas altas y solemnes a medida que ibamos avanzando. Sin embargo, la lluvia apareció y todo se puso difícil, aunque íbamos armados de impermeables y demás equipamientos.

Finalmente, llegamos empapados y cansados a Aguas Calientes, el pueblo de paso obligatorio antes de subir a Machu Picchu.

Llegamos a un hostal muy barato, pero poco recomendable (debíamos pagar por aparte para tomar una ducha caliente) y al día siguiente todos partieron rumbo a Machu Picchu, aclarando eso sí, que cada uno de nosotros tiene su propio relato, porque por ejemplo los ocho chicos vivieron su propia aventura clandestina y peligrosa, que estoy segura, les dejó una huella en su alma. Por cosas de la vida y de alimentación (gripa, fiebre, diarrea y vómito) yo subí al otro día sola, acompañada eso sí de muchos japoneses, de lluvia y de una neblina espesa que no me permitía ver mucho.

Una vez adentro, rodeada de hordas de gente de todas partes del mundo, de guias peruanos hablando en diferentes idiomas, de cámaras de fotos y de video de última tecnología me preguntaba: qué debo sentir? Esto ya lo vi en las postales, en la t.v, en las fotos de mis amigos...

En realidad no sentía mayor cosa y un poco resignada me uní a uno y otro grupo con guías en español y en inglés y avancé en el recorrido. Ahí me di cuenta que cada uno tiene su propia versión que cuenta a su acomodo y de acuerdo a su capacidad histriónica; entonces ¿a quién creerle?

La respuesta me cambió la mirada... A lo que uno siente cuando está allá adentro, a esas construcciones perfectas que se relacionan armónicamente con la naturaleza, con los astros, con la Pachamama.

Si uno se toma la molestia y el tiempo de adaptarse a la gente y cuenta también con la fortuna de encontrar un espacio vacío y con un buen sol (que más tarde apareció), lo entiende todo... no necesita teorías, guías ni explicaciones arqueológicas...

Machu Picchu se impone y se queda suavemente en el alma porque es un lugar sagrado, es el legado de una cultura que supo vivir armoniosamente con su entorno y con los dioses, fue una comunidad en todo el sentido real de la palabra que se asentó en la montaña a 2.600 mts. para vivir de verdad y llenarse de vida, para enseñar...

Ojalá a los millones de visitantes les quede algo más que las fotos, ojalá regresen a la casa con algo de sorpresa, ojalá más personas pudieran visitar Machu Picchu, porque lo que es a mí, me cambió la vida...

Muchas gracias Lisset por tu historia.

"MOCHILERO DESCUBRE CHILE"